Bloque 10

Se escucha otra explosión y la luz del pasillo parpadea débilmente. Fuera, las llamas brillan en la noche. Los soldados están fuera y ya no queda nadie en el pabellón. Nadie más que el loco.

Aún no estoy segura de si debo hacerlo. Me tiemblan las manos cuando llego junto a la puerta.

Dentro de la celda el olor es muy fuerte. Un bulto se encoge en el centro de la habitación, inmóvil en la oscuridad. Está loco, y es por nuestra culpa. Por mi culpa.

Sus ojos están fijos en mí. Me estremezco.

-Están matando a los últimos prisioneros. No van a dejar ningún rastro, quieren destruir las pruebas. Ya han tirado los hornos y las cámaras de gas. Tienes que salir de aquí.

Fuera se oyen gritos, cada vez están más cerca. Pero él no contesta. No hay odio en su mirada, sólo compasión.

Me doy la vuelta para marcharme, no puedo hacer nada más.

-¿Por qué ahora? Ya es tarde. -murmura él. -Puedo esperar un poco más.

Lo miro una última vez. Lo conocí hace mucho tiempo, antes de que todo esto comenzara. Era un hombre normal, como todos los demás.

Tiene razón. Ahora ya nada importa. Nos cogerán a todos, la historia nos condenará.

 

He salido del pabellón, sin él. No ha querido venir. Se ha quedado dentro, esperando un poco más. Miro hacia atrás, y el edificio estalla en llamas. El bloque 10, de experimentación.

Hemos hecho cosas terribles entre esas paredes. Ni siquiera ahora comprendo por qué lo hice. Él no estaba loco, nunca lo estuvo. Éramos nosotros.

Los locos.



 



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