LA ISLA FLOTANTE
El viento sopla con fuerza entre las rocas, las nubes se
deslizan a mi alrededor. Me agarro a la piedra con dificultad, me cuesta
respirar. Debajo de mí, el cielo se mezcla con el mar, azul y distante.
La gran isla flotante se desliza a través del cielo, un
coloso informe entre la bruma. A mi alrededor, se alzan ruinas olvidadas mucho
tiempo atrás, vestigios de una época lejana que las guerras de los hombres han
resucitado.
Una explosión retumba en la lejanía, y la mole de piedra se
estremece. Ya ha empezado, los soldados han abandonado la isla. Debo darme
prisa, el tiempo se acaba.
La zona de mando está en lo más alto, apenas la veo desde
aquí. Temo que ya sea demasiado tarde, pero no puedo detenerme ahora. Todavía
hay una esperanza.
Frente a mí, un puente cuelga sobre el vacío, un frágil
brazo de piedra desafiando la inmensidad del cielo. Avanzo lentamente, hay muy
poco aire a esta altura. Pequeñas plantas crecen entre las grietas, algunas
piedras se han soltado.
La gran isla flotante es una máquina de guerra, la más
terrible que los hombres hayan ideado jamás. Fue desenterrada al principio de
esta guerra sin sentido, un monstruo de piedra capaz de arrasar ciudades
enteras en instantes. Dicen que después de usar el arma definitiva, el enemigo
se rendirá. Pero millones de vidas humanas son un precio demasiado alto a pagar.
De pronto, se escuchan disparos a lo lejos. Pensé que la
isla había sido evacuada, pero me equivocaba. Aún queda un último destacamento,
para proteger el arma definitiva. Unos pobres condenados a morir por una guerra
que no es la suya. Parece que el enemigo ha abordado la isla, pero sólo yo sé
cómo detener esta abominación.
El suelo tiembla, las piedras caen. Puedo escuchar el
corazón de la máquina gritando desde las profundidades de la isla, mientras la
maquinaria se pone en marcha después de un largo letargo. Miro hacia abajo, estamos
sobrevolando el continente.
Casi he llegado a lo más alto, una escalinata de piedra me
separa de la zona de mando. Me quito el casco, dejo caer el escudo. Ya no los
voy a necesitar. Subo pesadamente, las nubes quedan por debajo de mí, las rocas
se sacuden con violencia.
En lo más alto, un pozo conduce a lo más profundo de la isla, al alma de la bestia. Los soldados se acercan por el puente.
Debo detener la locura.
La roca cruje en la oscuridad, el ruido es infernal. Hace
mucho calor, el humo me hace toser. El corazón de la isla está entre mis manos,
un diminuto orbe de luz.
Me quito el anillo. Me lo dio mi padre, un obsequio terrible
que me da poder sobre la vida y la muerte. Lo encajo en el orbe, y siento la
gigantesca isla dentro de mí. Ahora me obedece, un brazo más de mi cuerpo.
Cierro los ojos, y se detiene.
He llegado demasiado tarde. Mi nueva mente me dice que la
destrucción de la isla es inminente, no hay nada que hacer.
Pero mi mente humana no quiere creer. Hay una forma, debo
regresar al océano. Morirás, dice la máquina. Dice mi verdadero nombre, sabe
quién soy. Pero no me importa, sé qué debo hacer.
Los soldados han entrado en la galería. No puedo verlos,
tampoco oírlos, pero la isla me dice que están muy cerca. No sé si son de mi
bando o del enemigo, aunque poco importa. Ninguno me perdonaría.
Siento una punzada terrible en el pecho. Han disparado a mi
cuerpo humano, la isla grita. Debo concentrarme en la máquina, me estoy
muriendo. El techo se está derrumbando.
Caigo al suelo, la conexión casi se ha roto. Veo hombres,
están gritando.
Un oficial se acerca a mí, me ha reconocido. Pero lo ha
hecho demasiado tarde. Las imágenes son ahora difusas, he perdido el vínculo
con la isla. Seguimos sobre el continente.
Les ordeno que salgan, que se vayan lejos. No sé por qué me escuchan, debe ser el miedo lo que les hace obedecerme. Mi cuerpo ya no responde. Toco el anillo, y la isla comienza a elevarse.
No sé si he llegado al océano, ya no siento a la isla. Los
hombres que diseñaron estas máquinas desaparecieron hace mucho tiempo, víctimas
de su propia atrocidad. El mundo ardió durante largos años tras aquellas
guerras. No sé si mi muerte servirá para algo, pero tenía que terminar lo que
yo mismo inicié.
Mientras aguardo el final, cuando la isla estalle con la
fuerza de una estrella, sólo queda mi mente.
La mente de un rey atormentado al que sus hombres
fueron incapaces de reconocer.
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